Establecemos el trabajo mediante un proceso integral, que atienda todos los aspectos de la vida humana, haciendo hincapié en aquellos acontecimientos biográficos, psicológicos, espirituales, que han incidido especialmente en la situación de la persona. Aunque a veces la situación de sin techo es resultado de algo puntual, por lo general se trata de un proceso con muchos elementos que inciden hasta llegar a ese punto.
Junto con las herramientas habituales del trabajo social y de las demás disciplinas, señalamos el Acompañamiento como estrategia para ir realizando el proceso antes indicado, que supondrá una continua adaptación de los pasos, objetivos operativos y acciones que vayan poniendo rostro al proyecto de vida del acogido.
Un modelo ideal para la asistencia y tratamiento de los problemas mencionados, propicia la intervención en un proceso de marginación y exclusión y de la ruptura del entorno social, laboral y familiar del sujeto, y reconducirlo hasta una situación de normalización social en donde el sujeto pueda satisfacer básicamente sus necesidades de forma autónoma y digna, superando las causas que lo han situado en el ámbito de la exclusión, y elaborar un PROYECTO DE VIDA propio, adecuado y autónomo.
Nuestro empeño está en incidir en los diferentes puntos del proceso de marginación para invertirlo o detenerlo, posibilitar la evaluación y diagnóstico, para establecer el pronóstico de reinserción social, usando los medios asistenciales, terapéuticos y educativos o reeducativos necesarios y posibles. Según la situación, podemos hablar de diversos niveles intercomunicados en los que se va entrando como progreso de normalización, según se va desarrollando el trabajo con la persona. En ello, las herramientas serán variadas, pero han de tener en cuenta la posibilidad de los refuerzos positivos, de la gratificación en la consecución de la autonomía propia y el establecimiento de acuerdos de exigencia.
Nuestra forma de trabajar contempla la prevención, no solo en su vertiente de sensibilización social y apoyo a la educación para evitar situaciones de riesgo que conllevan la entrada en ritmos de marginación, sino en la línea de evitar el progreso del proceso de exclusión entre los que ya se han iniciado en él. De esta manera, la recuperación de los ambientes familiares o redes de apoyo básico, es fundamental para evitar el desarraigo y la itinerancia, así como la cronicidad. En este sentido, también hacemos presentaciones a grupos escolares, donde cambiar la imagen de las personas sin hogar, e implicar en esta realidad social.
Evitamos la proliferación de respuestas y atenciones innecesarias que facilitan la permanencia en la situación de exclusión, descubriendo las auténticas necesidades que están escondidas tras las demandas presentadas para dar respuestas válidas y no de continuidad o proteccionismo. Hay que estar atentos a aquéllas franjas de población que se acercan por primera vez y que son susceptibles de normalización con pocas intervenciones, antes de su entrada en niveles más profundos y difíciles. Entre ellas destacan los jóvenes, los parados de larga duración y los inmigrantes que no han de ser considerados de entrada excluidos o marginados, dada su realidad de “buscadores de posibilidades”.
El establecimiento de los objetivos y del recorrido a realizar para conseguirlo, ha de tener en cuenta al sujeto de la ayuda, con lo que se consigue su implicación directa en el proceso y en la construcción de su propia rehabilitación-reinserción., habida cuenta de que “su vida nunca deja de ser suya” y el principal actor del cambio es él mismo.
Aun así, nunca podemos dejar fuera a quienes ya están cronificados y no van a dar mas pasos, por lo que la tarea será la reducción de daños, que aunque no encamina hacia la plenitud de la autonomía, supone una mayor dignidad para la persona al evitar un mayor deterioro o empeoramiento de su situación.
De esta forma, hablamos de prevención, asistencia y rehabilitación-reinserción como proceso en el que nos empeñamos, aunque no siempre consigamos la meta más amplia.
En todo lo descrito, subyace la exigencia profesional para el acompañamiento óptimo, aun teniendo en cuenta el carácter voluntario de la mayor parte de los participantes en el desarrollo del proyecto del Hogar. Todos en conjunto, asumimos esta perspectiva de acogida, escucha, comprensión incluso en los momentos de dureza o formas de rechazo a la relación, respeto a la autonomía y libertad e intimidad de la persona, al mismo tiempo que un esfuerzo claro por la motivación al cambio desde la cercanía que permite establecer relaciones de confianza y ayuda mediante la exigencia adaptada a la realidad del individuo.
La preparación y la relación coordinada con otras instituciones y organismos que puedan intervenir en el proceso que nos ocupa, y el deseo de aportar cada vez mejores intervenciones y reflexiones en este campo, son una tarea asumida por aquellos que trabajan en este proyecto con nosotros. Todo ello será más necesario aún a nivel interno mediante la colaboración y el trabajo en equipo para responder mejor a las necesidades de los excluidos, mediante la comunicación y evaluación permanente.
Respecto a los medios materiales y espacios para esta atención, afirmamos la conveniencia de que estén dotados no solamente de lo necesario, sino que se perciba un ambiente que propicie el encuentro, el bienestar, no para que la persona se quede ahí, sino para que disfrutándolo aspire a tenerlo por sus propios medios y capacidades, al mismo tiempo que se le ofrece la experiencia de un entorno cálido que posibilita el crecimiento personal, la experiencia familiar y el encuentro con su historia y su realidad para poder analizarla, reelaborarla y desde ahí reconstruirla. Desde este criterio, optamos por el sistema de Hogar de acogida, y grupos con no mas de 9 ´0 10 personas.
La duración de la atención tendrá que estar adaptada al criterio de reducción de dependencia, y por tanto será el menor tiempo posible, pero a la vez se ve corregido por la conveniencia del proceso individualizado, vinculando la duración a la consecución paulatina de objetivos establecidos de común acuerdo.
La gestión de recursos encuentra la dificultad clara de la falta de medios económicos para este campo, por lo que se trata de una opción específica por seguir trabajando en él, y hacerlo al mismo tiempo con la calidad que requiere el proceso de reconstrucción de las personas excluidas. Aunque no corresponde a ningún particular, sino a las administraciones públicas, nos empeñamos en concienciar a las mismas del grave deber que tienen en esta materia muchas veces olvidada o relegada. Por eso, desde nuestra opción e insistencia intentamos motivar hacia otra forma de atención y trabajo con el colectivo de los excluidos, mientras promovemos la cultura de la acogida y de la ayuda.