¿Queréis ver a Dios hundido?
¡No se puede!
Rendido, ¡sí!
Rendido en amor al hombre.
Para él se hace niño. Para él, mirada asombrada y expectante como sólo en los ojos de un recién nacido se ve.
Para él, brazos desnudos y tendidos de niño que quiere ser aupado junto a la mejilla de madre amorosa y cálida, y al abrazo de padre que arropa.
Humanidad, descubre a este Dios que se te hace hijo rendido a tu amor, y aprende de él el amor rendido de Dios que te hace hija dichosa.
La madre virgen te lo ofrece:
Viste al niño… en el pobre
Abraza y acuna al niño… haciendo de tu corazón y de tu vida posada abierta al débil.
Que tu compasión sea la sonrisa que acoge – como al niño de tus entrañas-, al necesitado…y en él, a tu Dios.
Y cuando enferme desvalido, encuentre en ti palabras de ese aliento que da vida, como el primer soplo de Dios, cuando en tu desvalimiento te dio el ser.
Dios rendido, Dios redentor, Dios desvalido, para del pobre ser valedor.
Natividad de Dios en el mundo, y el mundo naciendo a su verdad en Dios. Celebra estos nacimientos abriendo tu corazón hasta que se llene como el banquete del reino, de cojos, ciegos y lisiados. Eso quiere Dios.