Semana Santa 2023

DOMINGO DE RAMOS.

Querida familia del Hogar San Juan:

Os escribo al inicio de esta Semana Santa, con el deseo de que en nuestros corazones brote la experiencia renovada de la Pascua, el paso de Jesús Resucitado por nuestras vidas, por nuestra historia. Seguro que cada uno tiene, o incluso está viviendo ahora, tramos de esa historia personal en los que hace falta la luz. Y si miramos a nuestro alrededor, al mundo en general, vemos la necesidad de esa luz de Cristo, que es verdadera y verdad que nos hace libres para amar con más profundidad.

“…se despojó de su rango…”. El secreto y el valor de ser cristianos, es haber descubierto cómo Dios no solamente es condescendiente con nuestras pobrezas, sino que desde dentro de ellas nos siembra la verdadera grandeza, que es la de ser hijos suyos. Pero no desde arriba, o desde fuera, sino renunciando a la vivencia de su grandeza, viviendo en carne nuestra realidad. Y esto, no como teoría bonita, sino hecha grito de verdadero dolor en una Cruz, donde Jesús gritó al mundo el abandono experimentado por muchas personas, que viven el silencio de Dios como un olvido e incluso desprecio hacia sí mismos.

Aquel que se puso de rodillas con una jofaina, como un esclavo, delante de los discípulos, es el mismo creador de quien necesita ser lavado. Pero no se asusta, no se retira, al contrario, se inclina, llegando al día siguiente ese abajamiento, hasta la cruz, donde morían los condenados despreciados. Pero así, donde hay más oscuridad, está la luz del amor de Dios.

“….lo levantó sobre todo …” Esa luz, que no es la resignación, es la Resurrección. Si Cristo no hubiera resucitado, Dios no debería existir como creador despreocupado por su creación. Pero sabemos que su amor es verdadero, y verdadera fuerza, porque él mismo se ha “embarrado” en nuestro lodo, y desde él ha entrado en la plenitud que ha abierto para nosotros. La sangre en la Cruz firma el amor de Dios, y la Resurrección, firma el camino del amor, de la esperanza, de la confianza en Dios y de la entrega al prójimo, como camino de plenitud.

Esta semana Santa viene a renovar en nuestros corazones esa experiencia, no para quedarnos a gusto, tranquilos, adormecidos en un agradable sopor, sino para, además, ser capaces de escuchar ese grito repetido a nuestro alrededor en los que siguen viviéndolo de forma desgarradora en  nuestro tiempo, a nuestro lado o lejos, de tantas maneras, en las que nos están pidiendo una respuesta: a su lado, desde dentro, como el mismo Cristo, sembrar la luz de la misericordia que no es discurso, sino vida inclinada para servir, con la toalla en las manos como él ante nosotros.

Os invito a disfrutar este regalo, ahora, cada día, y a compartirlo con los demás. Nuestra resurrección comienza en la misericordia con el prójimo. Además, lo pido para toda esta familia, para que como voluntarios, trabajadores, bienhechores, residentes, usuarios de los servicios externos, y yo mismo, encontremos ya el gozo al que nuestro corazón aspira.

Feliz Semana Santa, Feliz Resurrección.

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